Todos experimentamos pequeñas frustraciones diarias y tensiones cotidianas y, en ocasiones, mayores disgustos, fracasos, cambios inesperados y desafíos. Muchos de nosotros también pasamos por experiencias que tienen el poder de marcar y cambiar toda nuestra vida. Por ejemplo, un divorcio no deseado, experiencias de maltrato, la muerte de un familiar cercano, el diagnóstico de una enfermedad, la pérdida de un trabajo o un accidente. Todas éstas son experiencias que dividen nuestra vida en un antes y un después de lo ocurrido. Aunque estos son momentos muy difíciles, el ser humano tiene la capacidad para enfrentar la adversidad y vencer. Esto se debe a una capacidad interna llamada resiliencia; la cual se define como “la habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva” (ICCB, Institute on Child Resilience and Family, 1994). Ser resilientes no significa que nunca sentiremos dolor, malestar, tristeza, miedo o ira cuando atravesemos momentos de aflicción. Significa que en el momento o con el tiempo podemos encontrar formas de enfrentarlo de manera constructiva, aceptar lo que sucedió, adaptarnos y, finalmente, seguir adelante.
En mi práctica privada he visto a muchas personas que han sobrepasado situaciones inimaginables. Para mí son verdaderos héroes; capaces de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Yo las comparo con la palmera que está en medio de una tormenta. El viento le da muy fuerte, se dobla hasta tocar el suelo, parece que se va a partir, pero al pasar el viento se levanta victoriosa.
¿Qué podemos hacer para enfrentar la adversidad?
Cada caso y persona es muy diferente, pero todos presentan cualidades similares. Te quiero compartir algunos principios que he aprendido de estos héroes, que te pueden ayudar en tus momentos de adversidad:
1. Date tiempo para sufrir
Esto es quizás lo opuesto al consejo de familiares y amistades cercanas muy bien intencionadas, cuando nos dicen: “Deja de llorar, ten ánimo, tienes que ser fuerte”. Es muy fácil decirlo si no estás pasando por una situación tan dolorosa. Lo correcto es que te des tu tiempo para sufrir. No te exijas tanto. No siempre debemos ser fuertes; hay momentos en la vida que nos sentiremos débiles y eso no está mal.
2. Toma la decisión de levantarte
Aunque vas a tomar tu tiempo para sufrir, tienes que ponerle un límite. Tú decides hasta cuando, pero si no le pones un límite este tiempo de sufrimiento puede durar toda la vida. Tenemos la capacidad de sobreponernos a los peores momentos. Para hacerlo tenemos que decidir levantarnos y continuar viviendo.
3. No confíes en tus emociones
En momentos de crisis las emociones tienden a ser muy cambiantes. En ocasiones nos sentiremos en control y con deseos de continuar; y en otras, nos sentiremos derrotados y sin deseo de hacer nada. Por esto no debes de confiar en lo que estás sintiendo, sino más bien enfócate en la decisión tomada. No importa cómo te sientas, sigue adelante.
4. Cambia lo que puedas cambiar y acepta aquellas cosas que no puedas cambiar
Hay momentos dados en nuestra vida que todo cambia para siempre y no tenemos el control de lo que está sucediendo. Lo único que nos queda es aceptar las cosas tal y como son. Esta es quizás la parte más difícil del proceso. Es cuando tenemos que aceptar que todo cambió. Que ya no voy a estar casado con esa persona, que no puedo volver a trabajar en ese lugar que tanto me gustaba, no volveré a abrazar a ese familiar que murió o que no tendré la misma salud física que tenía antes. Es un proceso muy duro, pero a la misma vez es un proceso sanador. Para sanar, primero tenemos que aceptar que las cosas no volverán a ser como antes. Al aceptar las circunstancias que no puedes cambiar, podrás enfocarte en lo que si puedes mejorar.
5. Enfócate en el aquí y el ahora
La meta de muchas personas es ser como antes. Es muy común escuchar a las personas decir: “Yo era tan alegre, siempre me reía. Quiero ser como antes”. Intentan con todas sus fuerzas ser como la persona que eran antes y al no lograrlo, se embarcan en un viaje lleno de frustración y desesperanza. Para que esto no te suceda debes de enfocarte en el aquí y el ahora. No en el pasado, sino en el presente. Alegrarte de tus pequeños logros. En otras palabras, al bajar las expectativas no tienes por qué sentirte frustrado. De esta forma te podrás dar cuenta que, aunque no te sientas como antes puedes ser feliz. En otras palabras, no tiene que reírte como antes, pero aun así puedes reír. Quizás no eres tan sociable como antes, pero aun así, si te esfuerzas puedes compartir con las personas que están a tu alrededor. Ésta forma de pensar te llevará a avanzar en el proceso de tu recuperación.
6. Busca compañía
Este proceso no tienes que pasarlo solo. Por el dolor, en ocasiones nos alejamos de las personas que nos aman y se interesan por nosotros. No queremos que nos vean para que no se den cuenta que hemos cambiado. Esto no es correcto. No tienes que pasar este proceso solo. Acepta la ayuda de tu familia y amigos. Si no los tienes, trata de integrarte en un grupo, en la iglesia o de la comunidad. Además, puedes buscar la ayuda de un profesional, el cuál te dará herramientas que te ayudarán en tu proceso.
7. Mantén la fe y esperanza
En estos procesos, la fe y la esperanza son muy importante. Te ayudan a desarrollar una mentalidad optimista y a creer en un futuro mejor. Cuando es una fe fundada en una creencia religiosa, te ayudará el saber que no estás solo, que Dios tiene el control y tiene un plan para tu vida. Esta creencia te dará paz, esperanza y seguridad en medio de la adversidad.
8. Establece nuevas metas
Muchos de nosotros hemos planificado la vida de cierta forma. Planificamos que estaríamos casado con esta persona toda nuestra vida, trabajaríamos por 30 años en este lugar o viviríamos en esta casa por siempre. Por esto es tan difícil cuando todo cambia. Sentimos que perdemos el control de nuestra vida y no sabemos que vamos a hacer. Al aceptar que nuestra vida cambió, al tomar la decisión de levantarnos, el aprender a vivir en el presente y al incrementar nuestra fe y esperanza nos queda establecer nuevas metas. Estas nos dirigirán a un nuevo rumbo, a un nuevo puerto. Quizás, las cosas no serán como lo habíamos soñado al principio, pero no significa que al fin y al cabo sea igual o mejor.
Acuérdate, que la resiliencia aparte de ser una capacidad es una habilidad. Por tal razón, podemos aprender prácticas y hábitos de pensamiento que pueden ayudar a aumentar y desarrollar nuestra resiliencia. Para esto debemos tener la actitud correcta y ver la adversidad no como una situación que llegó para destruirnos, sino para sacar lo mejor de nosotros. Aunque sea difícil y doloroso el proceso tienes lo necesario para enfrentarlo y vencer. En la mayoría de los casos no decidimos cuando llega la adversidad, pero si podemos decidir nuestra actitud y la decisión de aprender a ser feliz a pesar de la situación que nos toco vivir.